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Esta conversación se produce voviendo de la compra. Temo subido en mis hobros y yo tirando del carrito.

— Papá, ¿por qué están los coches aparcados, por qué, Papá?
— Porque están sus dueños dentro de su casa y dejan el coche aquí fuera, aparcado.

Se queda pensativo unos segundos y ve, a lo lejos, una carretera por donde circulan otros vehículos.

— Mira, Papá, esos coches tienen un dueño.
— Sí, todos esos coches tienen su dueño dentro.
Entonces ve pasar un peatón y dice,

— Mira, un dueño.
— Cuando eres dueño de una cosa significa que esa cosa es tuya. Por ejemplo, Telmo es el dueño de su bicicleta porque Telmo tiene una bicicleta. También eres el dueño de tus zapatillas porque tienes unas zapatillas.
— ¡No, yo no soy un dueño! ¡Soy Telmo!
— Y, además, eres el mejor Telmo del mundo —Replico con entusiasmo.
— ¡Soy un Telmo del mundo! —pasan unos segundos— Papá, ¿por qué soy un Telmo del mundo?

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