Rey de un trigal, de un río, de una viña: así habrá de soñarse. Y libre. Dueño de sí, hoguera perpetua en que arda el leño de la verdad. Y que el amor lo ciña. Qerrá subir hasta que el cielo tiña de claridad el bronce de su sueño. Pero no hay alas. Se herirá en su empeño, y llorará sobre su frente niña. Y sabrá la verdad. Morirá el canto en su garganta, roja de espanto que oye que mira y gusta y toca y huele. Y estrenará su corazón rasgado de hombre acosado, de hombre acorralado, de ejecutado en cuanto se rebele.
José Hierro. De Cuánto sé de mí.