Son las nueve de la mañana.
—Papá, ¿puedo tener ya el juego del robot? Porfa, porfa…
—Hasta después de comer no se puede ver el teléfono.
—Papá, quiero comer ya.
—Tú quieres comer ya para tener el juego del teléfono.
Entonces, Telmo adopta una postura reflexiva y dialogante.
—Voy a pensar —dice— si quiero comer porque quiero el teléfono o porque tengo hambre.
Hace una pausa, como quien consulta con su conciencia.
—Quiero comer porque tengo hambre.
Al rato, tras comprobar la inutilidad de su estrategia…
—Telmo ¿quieres que hagamos unas tortitas con chocolate y fresa?
—Sólo si después me dejas el teléfono.
—No te voy a dejar el teléfono.
—Pues no me hagas las tortitas.