Aún en pijama, Telmo se me acerca y se planta de pie frente a mí con las manos en los bolsillos.
—Mira lo que hago, papá.
Se queda quieto, mirándome. Solo un parpadeo ocasional perturba su hierática estampa.
—¿Qué haces? ¿Quedarte quieto?
—No, te miro como si te hubiera preguntado algo y no me contestaras.