Canica
Esta canica tiene una historia interesante. Un día, después de recoger a Telmo del cole, en lugar de ir directo a la parada de autobús, Telmo me pidió ir un rato al parque. Allí fuimos, y jugamos durante un par de horas. Nos sentamos en el cesped y le conté una historia de piratas y tesoros que me inventé sobre la marcha. Luego recogimos unos frutos de un árbol, con aspecto de aceituna negra, probablemente, incipientes ciruelas. Telmo subido en mis hombros recoge los frutos y los lanza al charco de lluvia. Cogemos unos cuantos y los metemos en una bolsita de plástico, un paquete de clinex vacío y lo enterramos cuidadosamente al lado de unos arbustos con la intención de volver a buscarlos otro día. Al cabo de varias semanas volvemos al lugar de los hechos y escarbamos. Para nuestra sorpresa no había rastro del tesoro pero su lugar estaba ocupado por esta canica.