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Comprando en el supermercado, hay una mujer que parece vestir para un bodorrio. El traje, de color rosa incandescente, con falda de cintura alta abriéndose hasta la rodilla, como los pétalos de un cuento infantil. El pelo, rubio platino y alisado, parece maltratado por el criterio estético. Los zapatos, también de color rosa, se elevan peligrosamente sobre un tacón de longitud impensable. Telmo la mira boquiabierto.

—¡Mira papá, una princesa! —gritando, emocionado.

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